Pelotas y Letras | Por Hugo Illera | Eugenio Baena Calvo (+)

Mientras caminaba, para darle salud y tiempo a mi vida, Eugenio Baena Calvo terminaba la suya, entregándola al buen Dios, en una clínica de su adorada Cartagena.

Los de mi generación vivimos una etapa que es tenaz por las despedidas. Uno a uno, nos vamos yendo en fila india, y en estos últimos tiempos han sido tantas, que tengo la sensación que nos estamos quedando solos.

Baena no fue sólo un connotado periodista, fue un personaje querido y respetado en los medios y en la sociedad. Fue un ser caribe auténtico, que hacía notar su presencia con su vozarrón, con sus estridencias, con sus gritos, con sus risas o sus llantos alrededor de los deportistas de Cartagena, Bolívar y Colombia en general.

Su volumen corporal, su vestimenta multicolor, sus transmisiones desbordantes, sus reacciones en los triunfos y derrotas, tuvo un sello único, genuino, sin impostar y sin dobleces.

Lo conocí en San Andrés en 1978 y lo recuerdo en los estadios, hoteles y restaurantes de medio mundo. Nunca diferente, siempre feliz. Baena vino a hacer feliz a los seguidores del mundo del deporte.

Trotamundos como fuimos, hay fotos y anécdotas en Nueva York, devorando el buffet para periodistas en el Yankee Stadium, enfundado en tres abrigos como en Johannesburgo, en Las Vegas o Miami detrás de los más grandes boxeadores para entrevistarlos, cenando comida al peso en Rio de Janeiro, parando en Luruaco para que los vendedores de arepa de huevo le cayeran encima, y después en Lomita Arena para los mismos efectos, en los nacionales de béisbol en Sincelejo, Montería y Barranquilla, o en el béisbol profesional en nuestra costa caribe, o en aquellos nacionales de boxeo donde Atlántico y Bolívar mandaban. ¿Dónde no nos vimos Eugenio y yo?

Fue hijo putativo de Melanio Porto, Napoleón Perea y Fabio Poveda que le enseñaron el arte del periodismo, del comentario y la narración deportiva y el arte de la cocina y de cómo desaparecer un plato en menos de un minuto o de degustar todo los platos que eran exhibidos en generoso orden en los hoteles del mundo.

Es difícil no sentir el dolor de la ausencia de un personaje de su tamaño, de su genialidad, del ser químicamente bueno que siempre fue. Es imposible aguantar las lágrimas para despedir al popular Eugenio, un periodista excepcional y un ser humano como pocos.

Vendrá una nueva generación de periodistas deportivos en Cartagena y Bolívar pero, como Eugenio, ninguno. Ve en paz querido amigo…

Barranquilla
Agosto 8, 2025

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