Vieron, todo cambia. El Junior de Barranquilla es una manifestación cultural que supera, incluso, a la deportiva. Es más, es el estado de ánimo de la ciudad. Explicarlo a los forasteros es casi imposible porque es un sentimiento y los sentimientos hay sentirlos más que explicarlos.
El triunfo sobre Nacional en Medellín ha sido como la luz al final del túnel. El equipo ha ido superando la crisis que llevó a una protesta casi inédita del Juniorismo hacia los jugadores.
En Junior ha sido histórico, los responsables siempre han sido los técnicos. Esta vez, los señalados fueron los jugadores.
La mejor manera de superar las crisis es hacerse responsable de lo que le toca a cada uno, enfrentar la situación, y buscar la solución que no es otra que hacer el análisis de si están cumpliendo con el contrato que firmaron para jugar al fútbol.
Porque de la misma manera como hay técnicos que se olvidan jugar al fútbol por temor a perder, hay jugadores que pierden el horizonte al convertirse en vedetes en las redes sociales o por actividades que no le son propia al mantenimiento físico y mental de un atleta de alto rendimiento o por simple despreocupación hacia su profesión.
Esa responsabilidad asumida y ese prudencia en sus declaraciones, sobre todo en los dos últimos juegos en que Junior ha vuelto a ganar, ha sido entendido por el gran público.
A su vez, Bolillo Gómez ha sido un mediador eficaz entre el equipo y la hinchada. Sin confrontar, sin buscar choques innecesarios, ha ido recuperando la confianza y la eficacia que estaba dormida (o despreocupada) en el grupo.
En los equipos, si el grupo de jugadores no tiene el nivel adecuado el fracaso está cantado.
Cuando llegó Bolillo no había los puntos suficientes para pensar en una clasificación. Con el doble triunfo sobre Alianza y Nacional el panorama ha cambiado.
La ciudad amaneció feliz. Que Junior es un estado de ánimo, es más que evidente…
Barranquilla, abril 12, 2023
