A pesar de saberlo, el ser humano piensa que hay gentes que no debieran morir. O mejor, que no morirán nunca hasta cuando nos golpea el anuncio. Nos ha pasado con Don Guillermo Ruiz Bonilla, a quien bauticé hace mucho tiempo como “Don Guillo” un ser humano maravilloso, de esos que, con seguridad, no encajan en esta época de tantas calamidades de todo tipo.
Gordo, como yo, decía dos palabras y se reía. Fue mi compañero en el Carrusel Caracol y después muy cercanos con el tema de sus libros, de fotos que solicitaba a Lizeth en Diario Deportes y siempre, sus libros estuvieron en nuestras manos.
Tengo varios dedicados de su puño y de su letra que aprendí a distinguir a lo largo de los años.
Cuando nos fuimos de Caracol Radio seguimos esa amistad cómplice para conseguir datos, para hacer precisiones. Para entonces ya trabaja en Win Sports en Bogotá. Los lanzamientos de sus libros siempre los hicimos en el recordado Kick Off de la mañana.
Don Guillo se volvió obsesivo con la historia de nuestro fútbol. No existe, y creo que no existirá, una persona que le apasione tanto escudriñar, buscar, ir a archivos, hemerotecas y bibliotecas.
Era como un niño feliz. Cada libro que salía a la luz pública era como un hijo para él. Justamente sus hijos se convirtieron en sus pilares para montar y desarrollar los proyectos literarios que deben estar cerca de 50 libros.
Revisando la biblioteca al enterarme de su partida, me encontré con el primer libro que editó. Por supuesto dedicado por allá en los años 80 cuando, amparado en la Selección Colombia, comenzó a redactar sus incunables con historias precisas y confiables. Era detallista al máximo.
Alguna vez nos reunimos a almorzar y lo noté preocupado por sus archivos. Quiso, entonces, hacer un museo con la Federación. Es que nadie, ni periodistas, ni historiadores, ni hemerotecas, tienen lo que Don Guillo posee y nos ha dejado para la posteridad.
Compró los archivos de las antiguas Vea Deportes y Deporte Gráfico, ya desaparecidas, y un buen día, estrenando una camioneta, se fue de viaje a Medellín con Gloria Matallana, su esposa de toda la vida, y sus hijos.
Y ocurrió un hecho que él contaba en medio de su estridente sonrisa. Le preguntó al fotógrafo Jaiguer (Jairo Guerrero) sobre su archivo de fotos de los partidos de fútbol, de los deportistas colombianos, de todos los eventos que cubrió desde cuando comenzaron a aparecer las revistas.
Ante la sorpresa de Glorita, Don Guillo le propuso a Jaiguer que le vendiera el archivo. Le preguntó su valor y Jaiguer le propuso hacer un trueque. Sus fotos y películas a cambio de la flamante camioneta. Y aceptó. Él y la familia regresaron en flota y después llegaría el semejante archivo que no cabía en su casa.
La Federación Colombiana de Fútbol, la Biblioteca Nacional o alguna universidad debieran comprar a sus sucesores, sus hijos Ángela, Juan Guillermo y Daniel, ese legado único e inigualable. Digo comprar porque eso que conservó con tanto celo costó Dios, dinero y ayuda.
Me van a ser falta sus llamadas, sus datos, sus proyectos. Me va ser falta cuando le gritaba “se le ama Don Guillo” en los programas maravillosos del Carrusel.
Que todo el que se muere se vuelve bueno en el recuerdo, puede ser. Pero este, que se ha marchado a la eternidad lo era. Químicamente bueno, sonriente, contando historias y convirtiendo a su casa en el archivo más grande del fútbol colombiano.
Mucho me temo que, con su partida, nos hayamos quedado sin la memoria de toda esa historia fascinante de nuestro fútbol.
Te abrazo mi viejo, ¡Se le ama Don Guillo…!
Barranquilla
Octubre 2, 2024
- Oct 02, 2024
- Hugo Illera
Pelotas y Letras | Por Hugo Illera | ¡Se le ama, Don Guillo…!
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