Por LIZETH TORRES CONSUEGRA
En este artículo deberíamos escribir sobre el partido entre Junior de Barranquilla y Atlético Nacional. Lo lógico era describir cómo jugó el conjunto rojiblanco, los errores que conllevaron a los dos goles que recibió en contra. Desafortunadamente tenemos que escribir sobre desmanes, noche de terror y violencia en la tribuna del Atanasio Girardot.
Transcurría el minuto 53 cuando Marino Hinestroza anotó el segundo tanto del cuadro verdolaga y se vino la tragedia.
Los incidentes se produjeron en el arco norte del escenario antioqueño. Barras de ambos equipos comenzaron una fuerte pelea que terminó con varios heridos, muchos de ellos con arma blanca.
Los jugadores trataron de calmar la situación pero el caos fue incontrolable. Ellos terminaron ayudando a varios heridos en zonas de traslado y posteriormente se refugiaron en los camerinos donde se vivieron momentos de terror, debido a que tenían familiares en la tribuna.
La situación empeoró y llegó la decisión del árbitro Nolberto Ararat: suspendido el partido por falta de garantías.
En las redes sociales las imágenes eran devastadoras, violentas, desgarradoras.
Debimos hablar de un partido de fútbol, no de hechos de violencia.
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